Los elementales
son seres del mundo espiritual, conectados directamente con los cuatro elementos
(de allí su nombre) que rigen al planeta tierra: agua, tierra, aire y fuego.
Estos son la base de la vida, pero no sólo en un nivel físico, sino también en
el espiritual, plano en el que nos sirven de guía y protección.
Desde la filosofía
Wicca se plantea que debe existir empatía con la naturaleza, puesto que somos
parte de ella y no un grupo aparte. El hombre moderno ha perdido mucho de ello y
esa es la razón por la que cada día nos sentimos más vacíos o incompletos,
puesto que estamos negando constantemente una parte esencial de nosotros
mismos.
Cuando el planeta
era sólo una masa incandescente y sin vida, los elementales estaban presentes
planeando la construcción y la vida futura, ayudando a los Espíritus Superiores,
Arquitectos Cósmicos, quienes eran los encargados de coparticipar en la obra del
creador.
Cuando el planeta
comenzó a enfriarse y a estabilizarse, ya estaban presentes los elementales de
la tierra: Gnomos, Duendes y Hadas, a fin de armar los elementos de su nivel, o
sea, los primeros esbozos de arbustos y piedras. Estaban dando origen a todo lo
que germinaría después, con el trabajo de millones de años.
Es curioso
observar que desde la antigüedad más remota, los elementales fueron
representados de manera casi idéntica por los pueblos más diferentes, por
ejemplo, los sumerios, los caldeos, los egipcios, los chinos, los pueblos
indígenas de África, Polinesia y América.
Los dibujos que se
encontraron los muestran de manera casi idéntica, no importa cuan lejos
estuvieran esos pueblos unos de otros. Esto nos lleva a pensar que los
elementales siempre se comunicaron con los seres humanos, manteniendo un patrón
energético que permitiera verlos e identificarlos. Estaban presentes en casi
todos los ritos sagrados, especialmente en aquellos en que se pedía la
protección celestial para las cosechas y las siembras.
Se los representa
como a dioses mitológicos y eran objeto de privilegios, por parte de los
sacerdotes y del mismo pueblo. No sólo se los invocaba para que protegiesen las
siembras sino también para que aquietasen las aguas, apagasen incendios y
contuvieran tempestades. O sea, protección de los cuatro
elementos.
Aparecen sus
figuras, casi idénticas, tanto en la Europa central del siglo XV como en la
India milenaria y mágica, 2000 años antes de Cristo.
Se los considera
espíritus juguetones, animados, traviesos, sin mucha responsabilidad y arduos
trabajadores de la naturaleza. No tienen un concepto muy claro del bien y del
mal y por eso pueden ser manipulados para los trabajos de magia negra. Tal vez,
su nivel de conciencia se parezca a la de un niño que aún no sabe distinguir
entre acertado y errado.
El hecho de no
tener un nivel de madurez espiritual suficientemente desarrollado para
diferenciar el bien y el mal, los hace semejantes a criaturas traviesas,
inconscientes e inocentes, como la propia imagen física con la cual se presentan
ante los hombres.
Si por su falta de
conciencia madura, alguna vez fueron usados para practicar el mal, pagaron muy
cara esta acción porque retrocedieron en su camino espiritual de
evolución.
En la actualidad
se limita los elementales a Salamandras (fuego) Ondinas (agua) Sílfides (aire) y
Gnomos (tierras), pero en realidad se trata de una gran cantidad de clanes muy
bien definidos, tanto en aspecto como en funciones.
Pero eso ya será
tema de otras entregas.
Recebi de Kassandra Orama
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