Los celtas
forman parte de una rama de indoeuropeos primitivos. Estos últimos constituían
un tronco étnico ya poderoso hacia el tercer milenio a. C. en la región
constituida actualmente por Irán, Afganistán y el norte de la India. Poseían
una religión solar y un culto al fuego; se llamaban a sí mismos Aryas, hijos de
Ar o Ram, el carnero solar, aquel que atraviesa las tinieblas y abre las
murallas. Estos hijos del Sol se esforzaban por llevar a la práctica las
cualidades del carnero solar: el sentido del sacrificio y el del debate contra
las tinieblas.
Los
indoeuropeos se expandieron en varias oleadas sucesivas; pueblos enteros
partieron hacia poniente. Unos llegaron a España, lugar que los griegos
identificaron con el Jardín de las Hespérides, fuente inagotable de
conocimiento y de riqueza. Otros, los dorios, partieron hacia Grecia; otros,
hacia los países nórdicos; otros, incluso, como los celtas y los germanos,
continuaron su ruta hacia Occidente.
Durante el
primer milenio a. C., la migración había, prácticamente, finalizado. Estos
pueblos se mezclaron con los autóctonos, alimentándose de sus tradiciones e
inculcándoles, a cambio, su propia espiritualidad. Los celtas eran, a la vez,
pueblos guerreros y labradores. De este modo, conquistaron Europa.
Dos grandes
universos van a dibujarse en esta Europa: el universo mediterráneo, amante del
calor y del mundo sensible, y el universo del norte y del centro de Europa,
envuelto en niebla, dotado de una gran imaginación, que se refleja en su arte
geométrico, donde los ritmos y sonidos van a expresarse a través de ondas y
espirales. El mundo del color (el sur), y el de sonido (el norte), se
encuentran en el mundo celta, donde la geografía sagrada prohíbe la
representación antropomórfica de la Divinidad. Solo se le podrá atribuir una
máscara simbólica (solo se le podrá revestir de símbolos o de elementos
simbólicos).
El dios Ogam u Ogmios, protector del conocimiento y de la elocuencia, proporcionará una escritura sagrada, llamada “ogámica”. Ogam está ligado a los magos. Gamma es la tercera letra del alfabeto griego (nombre de la antigua lengua indoeuropea), que, invertida, se convierte en Mag, palabra empleada por los iranios para designar a sus propios sabios. Esta palabra recuerda a aquellos que poseen el conocimiento del Fuego, y está relacionada con el poder del sonido. Cada uno de los signos de esta escritura estaba relacionado con la forma de una hoja de árbol, y esta hoja era una representación simbólica. El descubrimiento de estos conocimientos nos confirma la existencia de una civilización atada a la misma tradición, y que iba más allá de las fronteras geográficas o de la idea de nación. Fijada en clanes y federada en tribus, la sociedad celta participaba, al mismo tiempo, de una estructura fija y dinámica, que le permitía ser, a la vez, agrícola y guerrera.
El dios Ogam u Ogmios, protector del conocimiento y de la elocuencia, proporcionará una escritura sagrada, llamada “ogámica”. Ogam está ligado a los magos. Gamma es la tercera letra del alfabeto griego (nombre de la antigua lengua indoeuropea), que, invertida, se convierte en Mag, palabra empleada por los iranios para designar a sus propios sabios. Esta palabra recuerda a aquellos que poseen el conocimiento del Fuego, y está relacionada con el poder del sonido. Cada uno de los signos de esta escritura estaba relacionado con la forma de una hoja de árbol, y esta hoja era una representación simbólica. El descubrimiento de estos conocimientos nos confirma la existencia de una civilización atada a la misma tradición, y que iba más allá de las fronteras geográficas o de la idea de nación. Fijada en clanes y federada en tribus, la sociedad celta participaba, al mismo tiempo, de una estructura fija y dinámica, que le permitía ser, a la vez, agrícola y guerrera.
(Recebi
de Kassandra Orama)
Nenhum comentário:
Postar um comentário